sábado, 25 de septiembre de 2010

DOCE MUJERES


DOCE MUJERES

CUENTOS DEL CALENDARIO II

Marguerite Porète fue quemada viva en 1310 por escribir un libro que no le gustó al obispo. Olimpia de Gouges fue guillotinada 483 años después por manifestarse contra Robespierre y Marat. Marguerite y Olimpia eran francesas que defendían la libertad y la independencia de las mujeres, en religión, en política y en casa. El clero, los conservadores y los escritores viejos reaccionaron, en Perú, contra Mercedes Cabello de Carbonera (1849-1909) por defender ideales feministas, en obras como Las consecuencias (1889). Mª Dolores Pérez Enciso (1908-1949), maestra, escritora y periodista tuvo que exiliarse en 1936 a Bélgica, Colombia y Méjico. Dos años antes de morir publicó Raíz al viento.
Muchas mujeres, cuyos nombres no brillan como los de sus contemporáneos varones, han demostrado su valía en el campo de las artes. La pintora suiza Louise Catherine Breslau (1856-1927), destacó como retratista, supo captar el mundo de las mujeres y de los chiquillos de París. La alemana Brigitte Meier-Denninhoff que nace en 1923, escultora contemporánea, cuyas obras lucen en plazas de Berlín y de otras ciudades del mundo, se ha atrevido con materiales difíciles, acero inoxidable, Chromnickelstahl-Röhren. Sus esculturas son verticales, filosas, espirituales, o serpenteantes y terrestres, o explosivas y estelares...
En el mundo de la danza, tan difícil y exigente vamos a visualizar a Elena Andreianova, gran intérprete de Giselle, que dedicó los 38 años de su vida a su arte, a pesar del abandono de su amante, a pesar de haberle tirado al escenario un gato muerto, en Moscú. Después triunfó en ese teatro durante quince años.
“Tiempo de mujeres, mujeres en el tiempo” es el título del calendario STES 2007 gracias al que estas doce mujeres se me han necho visibles. Cada día del año lleva un nombre de mujer. He elegido al azar una de cada mes, entre las que me resultaban desconocidas, invisibles en un mundo en el que cuesta hacerse un camino, una mirada y un quehacer que no siga las pautas oficialmente manidas. Todas ellas merecen gran relevancia en el reloj de la historia.
En la ciencia ha habido muchas mujeres importantes. Mileva Maric (1875-1948) es una matemática serbia, compañera de estudios y compañera de investigación de Albert Einstein (1879-1955). En la correspondencia entre ambos hablan de “nuestra teoría” y parece que en alguna edición de los artículos de la teoría de la relatividad de 1905 aparecen los nombres Einstein-Mariti, que es el apellido Maric en húngaro. ¿Por qué Mileva no reclamó su parte en la autoría de la teoría de la relatividad? Hay quien dice que porque su ex marido Albert Einstein le dio gran parte del dinero del Premio Nobel que obtuvo en 1921. Quizá fuera porque para alguien que conoce los entresijos de la ciencia las vanidades del éxito no tienen importancia.
Otra mujer importante en la ciencia es Rosalind Yalow, con su técnica RIA, radioinmunoensayo sobre hormonas obtuvo el Premio Nobel de medicina en 1977, junto con Solomon A. Berson. Con esa técnica, sencilla y barata, que sus autores donaron a la humanidad sin patentarla, se puede diagnosticar la diabetes, la infertilidad, el hipotiroidismo en bebés y prevenir su retraso mental.
En undécimo lugar vamos a hacer visible desde este libro de cuentos a una bióloga feminista. Donna Haraway que ha pensado y escrito acerca de la relación amor odio entre los seres humanos y las máquinas. Defendió una tesis doctoral sobre las funciones de la metáfora en la configuración de la investigación en biología del desarrollo. Su libro más conocido es Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. Cyborg es el ser posthumano. Una de las ideas más divulgadas de Donna Haraway es que “la objetividad feminista significa, sencillamente, conocimientos situados.”
Y así llegamos a las doce en el reloj, con la feminista Vandana Shiva, escritora de la India, que ha defendido los árboles con sus propios brazos y sus propias manos para evitar que los talasen. Propone como alternativa al capitalismo la democracia de la Tierra. También lucha contra las semillas transgénicas.

viernes, 29 de enero de 2010

epistemología




CALDILLO Y ZEN

Pepa Piedehierro era como las golondrinas. Todos los años volvía al instituto sólo por el placer de aprender, era la única manera que tenía de seguir profundizando. Así que su estrategia consistía en matricularse en bachillerato nocturno y no presentarse a los exámenes finales. Cada año conocía a nuevos profesores, se iba construyendo un pensamiento propio a fuerza de oír lo mismo a diferentes personas. De todo esto me enteré a final de curso, cuando me propuse averiguar por qué no se había presentado a los exámenes si durante todo el curso había ido bien. Sus amigas le dijeron que yo preguntaba por ella y una tarde se presentó en la casa que yo comprartía con otras dos profesoras y nos contó toda esa historia. Ella no tenía medios para ir a la universidad, y así iba preparándose por su cuenta con la guía de las clases.
Pepa Piedehierro nos regaló un libro sobre budismo Zen, allí aprendí lo que eran los haikús, que son como una sensación expresada poéticamente. Ella también conocía a mis dos compañeras, a Elena, profesora de francés y a Marisol, profesora de dibujo. Entre las cuatro entablamos una conversación en torno a las costumbres de los pueblos y llegamos al tema de la cocina popular. Enseguida salió el caldillo, del que Elena nos tuvo bien abastecidas durante todo el año. El caldillo es una especie de paté casero a base de trocitos de hígado de cerdo fritos en manteca, con buen pimentón y aderezado con muchas especias entre las que sobresale matalaúva, llamada también pimpinella anisum, simplemente anís, hierba dulce, o matalahúga.
Con Marisol aprendimos lo de los gazpachos manchegos. El primer día que me dijo que iba a hacer gazpachos yo le dije que eso era una comida de verano y me contestó: “ya verás, ya verás”. Claro que vi, un plato delicioso de pasta con conejo, podría decirse tipo paella, pues también se hace en ella, en la paellera. Yo no he perdido la costumbre y en alguna ocasión lo preparo.
Por mi parte yo les di a conocer los chíchares, que por aquel entonces todavía los cultivaba mi abuela. Es una legumbre odiada por mi madre de tantos que comió cuando era pequeña. Pero los chícharos son muy ricos, son blancos y tienen un ombliguito negro, en algunos sitios los llaman frijoles de carita y en Lima se llaman panamitos. Se cocinan como las lentejas y salen buenísimos. También les dije que mi profesor de latín nos había dicho que los nombres de estas legumbres provenían de personajes latinos, que de alguna manera u otra se encargaron de promocionar su consumo. Así chícharo viene de Cicerón, lenteja de Lentulo y haba de Fabio.
Aquella tarde con Pepa Piedehierro, Elena y Marisol fue deliciosa e inolvidable.