viernes, 29 de enero de 2010

epistemología




CALDILLO Y ZEN

Pepa Piedehierro era como las golondrinas. Todos los años volvía al instituto sólo por el placer de aprender, era la única manera que tenía de seguir profundizando. Así que su estrategia consistía en matricularse en bachillerato nocturno y no presentarse a los exámenes finales. Cada año conocía a nuevos profesores, se iba construyendo un pensamiento propio a fuerza de oír lo mismo a diferentes personas. De todo esto me enteré a final de curso, cuando me propuse averiguar por qué no se había presentado a los exámenes si durante todo el curso había ido bien. Sus amigas le dijeron que yo preguntaba por ella y una tarde se presentó en la casa que yo comprartía con otras dos profesoras y nos contó toda esa historia. Ella no tenía medios para ir a la universidad, y así iba preparándose por su cuenta con la guía de las clases.
Pepa Piedehierro nos regaló un libro sobre budismo Zen, allí aprendí lo que eran los haikús, que son como una sensación expresada poéticamente. Ella también conocía a mis dos compañeras, a Elena, profesora de francés y a Marisol, profesora de dibujo. Entre las cuatro entablamos una conversación en torno a las costumbres de los pueblos y llegamos al tema de la cocina popular. Enseguida salió el caldillo, del que Elena nos tuvo bien abastecidas durante todo el año. El caldillo es una especie de paté casero a base de trocitos de hígado de cerdo fritos en manteca, con buen pimentón y aderezado con muchas especias entre las que sobresale matalaúva, llamada también pimpinella anisum, simplemente anís, hierba dulce, o matalahúga.
Con Marisol aprendimos lo de los gazpachos manchegos. El primer día que me dijo que iba a hacer gazpachos yo le dije que eso era una comida de verano y me contestó: “ya verás, ya verás”. Claro que vi, un plato delicioso de pasta con conejo, podría decirse tipo paella, pues también se hace en ella, en la paellera. Yo no he perdido la costumbre y en alguna ocasión lo preparo.
Por mi parte yo les di a conocer los chíchares, que por aquel entonces todavía los cultivaba mi abuela. Es una legumbre odiada por mi madre de tantos que comió cuando era pequeña. Pero los chícharos son muy ricos, son blancos y tienen un ombliguito negro, en algunos sitios los llaman frijoles de carita y en Lima se llaman panamitos. Se cocinan como las lentejas y salen buenísimos. También les dije que mi profesor de latín nos había dicho que los nombres de estas legumbres provenían de personajes latinos, que de alguna manera u otra se encargaron de promocionar su consumo. Así chícharo viene de Cicerón, lenteja de Lentulo y haba de Fabio.
Aquella tarde con Pepa Piedehierro, Elena y Marisol fue deliciosa e inolvidable.