sábado, 25 de noviembre de 2006

pañuelos, pañuelos







una reflexión sobre el uso de esta prenda femenina a lo largo del tiempo

PAÑUELOS, PAÑUELOS

Muchos son los atuendos que hombres y mujeres hemos utilizado para presentarnos ante los demás. El pañuelo es un cuadrado de tela más o menos grande, más o menos lujoso, que en unos grandes almacenes como El Corte Inglés se halla bajo la denominación de complementos, de complementos circunstanciales, diría yo, que pueden aparecer o no aparecer, no son algo esencial ni imprescindible. Más bien se compran como regalo o se usan para hacer juego con un traje, generalmente en la temporada de otoño invierno. Hay pañuelos de seda, de diseño italiano, pañuelos de lana dulcísima, de esmerada factura, pañuelos pintados, estampados, de gasa, de lunares...
Otras épocas ha habido en las que el pañuelo era más bien un complemento directo. Si veis fotos de los años 50 y 60 del pasado siglo XX podréis comprobar que muchas españolas llevaban pañuelo a la cabeza. Sobre todo en los pueblos, recordemos que España era un país rural, la vida se desarrollaba mucho fuera de casa, había que ir a por agua, había que ir a echar a las gallinas, cebar el cerdo, tareas así que casi siempre eran realizadas por mujeres. El invierno es duro en la mayor parte de nuestro país y las mujeres, para defenderse del frío, del dolor de oídos o de garganta, se abrigaban con el pañuelo. Las casas tampoco eran como las que tenemos ahora, se guisaba en el suelo, a la lumbre y eso exigía que la puerta de la calle estuviera abierta para que la chimenea cogiera tiro, se decía que las casas eran como un cuchillo. Yo recuerdo que mis abuelas siempre llevaban pañuelo en invierno, no así en verano, y con el paso de los años ni en invierno ni en verano, porque las condiciones de vida fueron cambiando y llegó la calefacción y se dejó de hacer la matanza; y los huevos, la leche y el queso los compramos en el supermercado. Jamás volveremos a probar aquel queso que hacía el tío Gerardo, nadie sabe hacerlo como él.
Con pañuelo recuerdo a las emigrantes que venían de Frankfurt, Zurich, París en trenes abarrotados para cruzar la frontera portuguesa por Fregeneda o Fuentes de Oñoro. Yo he visto muchos de estos trenes, muchísimos, a veces sin calefacción,con retrasos inhumanos, con una guardia civil imponente en el departamento más caliente, claro. En esos trenes también llevaban pañuelo atado al hombro, con sus pertenencias, los maletillas que viajaban sin billete por el campo charro y se escondían en el maletero de encima de la puerta, cuánta miseria había entonces. Este año 2002 ha ocurrido un accidente ferroviario brutal en Egipto, en el que han muerto muchas mujeres con pañuelo, como aquellas portuguesas que murieron en Villar de los álamos en unas vísperas de navidad, bastantes años antes de 1975.
Todavía en 1975, para ir a aquel instituto extra pontem si no me llevaba el gorro que me hizo mi tía Julia me ponía un pañuelo con margaritas. El pañuelo en la cabeza de las mujeres no es algo ajeno a nuestra cultura. El pañuelo convivía familiarmente con nosotras. Mi bisabuela contaba una historia a su nieta, protagonizada por tan elevada prenda:
“ Había un matrimonio que discutía porque el marido gastaba en tabaco el dinero que a ella le quedaba haciendo falta para comprarse un pañuelo.
- Tú fuma que te fuma y yo con este pañuelo todo raído y viejo, sin poder comprarme uno nuevo.
- Bueno, mujer, no te preocupes. Este mes voy a dejar de fumar para que te compres el pañuelo.
Como era invierno, la mujer, tan contenta con su pañuelo nuevo, llega a casa y se va derecha a la cocina para enseñárselo a su marido, que estaba sentado a la lumbre. Con la emoción, en el momento de desdoblarlo, se le cayó al fuego y el pañuelo se convirtió en cenizas en menos que canta un gallo.
- Ves, mujer, ese dinero era para quemarse, y como no ha sido gastado en tabaco, el sabio pañuelo ha seguido su destino.
Y a la pobre mujer no le quedó más remedio que seguir con su raído y viejo pañuelo hasta no se sabe cuándo”
Otra prenda diferente del pañuelo era el velo de ir los domingos a misa y que las niñas poníamos cuando tomábamos la comunión, a mí me compraron uno violeta muy bonito. Las señoras importantes no os podéis imaginar lo que presumían con su velo y su misal. Ellas me traen la imagen de los velones de los muertos, que por cierto yo tengo dos, y del luto riguroso del que algún día tendré que hablar. Todas aquellas costumbres creo que se fueron perdiendo tras el Concilio Vaticano II, y por efecto de nuestras emigrantes, que venían de Europa más modernas. Por cierto, también había unos reclinatorios muy artesanales, que se fueron abandonando. Ahora las mujeres, en sus asociaciones, organizan cursillos de restauración y los dejan preciosos.
La forma de vestir suele estar en consonancia con el tipo de política que se adopta en cada lugar. En las dictaduras esto se siente de manera intensa. En esa época del franquismo me han dicho que un cura sacó de la iglesia a una señora por llevar mangas por el codo. Yo misma vi ponerle a un señor una multa porque su camisa no llevaba bolsillo, de verdad, fue en Salamanca, enfrente del hospital de la Santísima Trinidad, que sólo era para los militares y todavía no había residencia de la Seguridad Social. Hasta la forma de hablar va cambiando. Se dice que en España con la guerra civil de 1936 se perdió la costumbre de llevar sombrero los hombres, y que fue el momento en el que se generalizó el tuteo y perdió vigencia el tratamiento de cortesía “usted”. A pesar de todo pervive el usted, mi marido y yo utilizamos bastante el “usted” porque procedemos de zonas más bien atrasadas y conservadoras como lo son Ávila y Salamanca. La gente nos dice que le hablemos de tú, pero cuando se trata de personas mayores o desconocidas nos cuesta trabajo. Yo no me puedo imaginar hablándole de tú a la directora del instituto “Torres Villarroel” cuando lo estrenamos en 1973. Pues esto de las dictaduras es lo que ha pasado en Irán, que van las mujeres como cocos porque son obligadas, como en Arabia Saudita, donde ni siquiera nos dejan entrar de turistas, allí las mujeres no pueden conducir ni salir solas a la calle, vaya unas manías. Aquí, en Egipto, hay más libertad, pero como ellas son en apariencia profundamente religiosas pues se ponen el pañuelo que sus abuelas no llevaban, cuando Nasser. También es verdad que en épocas de crisis económica como ésta el pañuelo todo lo tapa y evita gastos de peluquería a un pueblo tremendamente detallista.¡Ay! estos pañuelos de fibra artificial, venidos de China, que harían morir de espanto a Hygieia, diosa de la salud y de la higiene, sobre todo este verano de 2002, uno de los más calurosos que se recuerdan, a ella tan frescachona como nos la representó Gustav Klimt hace unos cien años. Por cierto, Klimt y su amiga Emilie Flöge se gastaban unos batularios tipo islámico de lo más rompedor, yo los vi en las fotos de un libro de Gilles Néret. Aquí, las mujeres se clavan el pañuelo con alfileres, como piojos metálicos, de los que se puede y no se puede decir aquello que nos enseña mi tocayo Agustín García Calvo de Heráclito, sobre el acertijo con el que los niños derrotaron a Homero, ´los que vimos y cogimos esos no los traemos, pero los que no vimos ni cogimos esos sí los traemos`. Merece la pena, lectoras y lectores, que os detengáis en esta traducción y en este comentario que, con tanta sal ática, García Calvo presenta del texto de Heráclito, cuyo nombre escribe sin acento, en su obra Razón común.[1]
Estos atavismos testarudos de las apariencias capaces de velar nuestras ideas son como unos zapatos de tacón que nos cortan las alas y nos encadenan a juanetes indeseables. Nuestro cuerpo necesita libertad para podernos “olvidar” de él y dedicarnos a nuestras actividades, si te aprieta el zapato y te ahoga la corbata ¿cómo te vas a concentrar en el libro? La indumentaria oriental es ventilona y cuasi unisex, porque hombres y mujeres se plantan la galabeia y ¡hala! ya está todo resuelto, por eso yo tengo dos, quita y pon, y he de reconocer que el cuerpo anda a su lindo albedrío. Cuando iban a venir mis amigas yo pensaba, no me pondré la galabeia porque se van a reír, pero después pensé, si estoy en mi casa por qué no voy a poder ponerme la galabeia, si se ríen pues que se rían, pueden reírse lo que quieran. Resultó que les encantó y todas se querían comprar una, pero yo ya les dije que se compraran dos. Hay que decir que también los hombres en esta cultura llevan la cabeza cubierta y esto les protege del polvo del desierto y de los agentes externos, que son muchos. No podemos negar que son muchas más las mujeres que llevan el cabello escondido. Ellos se modernizan más, las mujeres son más conservadoras, como nuestras monjas que siguen bien tocadas, mientras que casi todos ellos colgaron la sotana. Mi amiga Susana quiere estudiar El Corán para realizar su propia lectura de las cuestiones femeninas, según me cuenta hay escritoras que desde El Islam escriben e interpretan el mundo, ellas tendrán que irlo cambiando porque son muy inteligentes. Me ha recomendado que me lea El harén en occidente de Fatema Mernissi, pero todavía no he tenido la oportunidad, espero tenerla pronto y ya hablaremos.

[1] Traducción:
ENGAÑADOS ESTÁN LOS HOMBRES TOCANTE AL CONOCIMIENTO DE LAS COSAS APARENTES Y REALES POR MANERA MUY SEMEJANTE A LA DE HOMERO, EL QUE VINO A SER MÁS SABIO QUE LOS HELENOS TODOS: PUES TAMBIÉN A ÉL UNOS NIÑOS QUE ANDABAN MATANDO PIOJOS LE ENGAÑARON AL DECIRLE “TODOS LOS QUE VIMOS Y COGIMOS, ESOS LOS VAMOS DEJANDO, Y TODOS LOS QUE NO VIMOS NI COGIMOS ESOS LOS TRAEMOS”.
Comentario:
“Por lo que hace al cuento de los niños con Homero, es cierto que se hizo muy popular, y lo encontramos una y otra vez en las varias Vidas de Homero que se compusieron en la época helenística y más tarde, aunque en ellas la adivinanza de los niños aparece ya dicha en forma de un hexámetro y la historia se ha retorcido de modo que los niños, para mayor confusión, sean pescadores encontrados al pie del mar (así en la Vita atribuida a Heródoto y que suele fecharse en el siglo II post, y en otras), y se la ha dotado a veces (no en esa Vita) de la cola de que, al no poder resolver el acertijo (que en griego tiene los Relativos “todos los que” en neutro plural, sin indicio de que pueda tratarse de ´piojos` ni de ´peces`, con lo que resulta más vago el enunciado, pero acaso menos engañoso), Homero se muere en consecuencia, sea por el desánimo que le entra (así en la Vita atribuida a Plutarco), sea porque había un oráculo (así en Alcidamante De Homero) que le advertía que tal suceso era anuncio inmediato de su fin, y así al separarse de los niños, resbala y se mata. Pero con todo, la forma en que Heraclito usa el cuento, sin esas complicaciones posteriores, muestra bien que lo toma de una tradición todavía no literaria; y no es tan sorprendente que ya en su época (y más en Éfeso y en las costas asianas por donde más se pensaba que hubiera andado Homero) se hubieran desarrollado cuentos en torno a la figura del poeta; de los que este de Heraclito sería con mucho el testimonio más antiguo.
Ahora bien, ¿qué es lo que los niños dicen y no acierta a descubrir Homero, más listo y sabio (sophós) que ninguno de los hombres de su mundo y lengua (que es, para su mundo, el mundo, y para su lengua, la lengua)? Dicen ellos que las cosas que han visto y atrapado son las que van perdiendo, y que en cambio las que no han visto ni han podido captar por tanto son las que llevan consigo; y dice, por Heraclito, la razón que eso se parece mucho a la manera en que los hombres en general están engañados en lo tocante al conocimiento o reconocimiento de las evidencias que las cosas les ofrecen. No es más enigmática de lo preciso esa interpretación que la razón hace de la adivinanza de los niños, por un lado, el ver las cosas y tenerlas vistas, que implica concebirlas, hacerse una idea de ellas, hace perder el sentido de la verdadera lógica de las cosas (el creer tener cada uno su idea y su idíe phrónesis es lo que hace irracionales a los hombres en general: en tanto que el quedarse sin esa visión y esa ideación personal de las cosas les permite a los hombres llevar razón, obedecer a razón, tener sentido común y así entrar ellos mismos en el proceso lógico de las cosas todas, que la razón rige; por el lado contrario, cogerse a uno mismo sabiendo, darse cuenta de que las cosas que sabe sencillamente las sabe y las que nombra las nombra es lo que nos libra de la carga de los saberes y las ideas que nos sacan de razón, mientras que en cambio el no darse cuenta de ello, el no entender que el saber es un saber y las cosas son ideas es lo que hace que sigamos llevando con nosotros y cargando con las ideas o piojos de nuestra miseria, la propia y la general.
Y no se me llame a falta porque ofrezca aquí dos interpretaciones de la interpretación que Heraclito sugiere y dos soluciones contradictorias de la adivinanza de los niños: por mi parte, me habría quedado más bien compungido si no hubiera encontrado más que una solución unilateral y no contradictoria, una vez entendido que la ley de lógos mismo es la contradicción.
Habría, en fin, que hacer notar que no es indiferente tampoco que sean unos niños los que proponen la adivinanza, en el sentido que ya P. Friedländer interpretaba que “los niños conciben mejor que Homero la estructura antitética de lógos”; pues ello es que el tener menos carga de ideas y por ende estar m e n o s f o r m a d o como hombre es la condición que permite funcionar más lógicamente a los niños y descubrir más fácilmente la lógica de las cosas.
GARCÍA CALVO, Agustín Razón común, edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los restos del libro de Heraclito, Madrid, Lucina, 1985, págs. 54,55,56.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues claro que sí