viernes, 25 de abril de 2008

Cantar para vivir.

CECILIA Y MARÍA

Cecilia y María tienen un algo especial, un algo como religioso, con esos nombres tan santos. Aunque Cecilia Bartoli ya ha cantado esa ópera prohibida por el Vaticano en el siglo XVIII. El cuerpo canta, el alma se lamenta. Cecilia Bartoli y María Malibrán son almas y amigas que se han encontrado en el canto, la más bella de las artes.
Por Navidades cuando vamos al pueblo vemos la televisión, porque como aquí no tenemos, allí aprovechamos para ponernos al día de lo audiovisual. A mí los anuncios me apabullan porque aunque ya sé que todos son para que compres sin enterarte, a veces quiero enterarme de lo que muestran, y como van tan deprisa tardo en ir atando cabos. Entonces salía un anuncio que decía Cecilia María y cantaba Cecilia Bartoli. Pero yo no me enteraba si era una o si eran dos, o qué pasaba, hasta que ya comprendí que Cecilia había editado un disco homenaje a otra cantante, María Malibrán (París 1808 - Manchester 1836).
Entre ambas artistas se ha producido una comunicación a distancia, in ausentia, como si sus voces llegaran desde lejos y desde hace tiempo y pudieran unirse. Como si Cecilia oyera la voz de María y cantara con ella, como ella. Es verdad que ahora me acuerdo que en el programa de radio “Clásicos populares” yo había oído lo de la saga de los García, y que el padre se llamaba Vicente García, y a mí me hacía gracia porque mi padre también se llamaba Vicente García. Era como si María Malibrán y yo fuéramos primas hermanas. Y es que a mí de pequeña lo que me hubiera gustado ser era gitana para bailar y cantar, que siempre he sido torpita para eso. Y mira, María Malibrán tenía un bisabuelo o tatarabuelo gitano andaluz. Y a Cecilia también la he oído en la radio y es una italiana encantadora, que se comunica espontáneamente y con simpatía responde a todas las preguntas y ha montado en un camión una exposición itinerante con objetos de la Malibrán. Pero qué historias, empecé a mirar por internet y fui de asombro en asombro.
Resulta que María Malibrán tomó partido por el liberalismo revolucionario italiano y se convirtió en un símbolo de la resistencia contra Austria. Y nosotros sin enterarnos. Pero no sería porque no nos han dado la vara con el romanticismo: que si Alemania, que si lo nocturno, que si el sentimiento. Pero de María Malibrán nadie nos habló nunca, ni en la escuela, ni en el instituto, ni en la facultad. Dicen que la popularidad de la Malibrán llegó al paroxismo y que se enamoró de ella el hijo de Robert Owen, el socialista utópico. María Malibrán hablaba cinco idiomas y era una mujer cultísima. La vida amorosa de María fue bastante turbulenta. Ella en realidad se llamaba María Felicia García Sitges. Pero cuando a los diecisiete años se casó con Eugène Malibrán que le llevaba 27, adoptó el nombre del marido. Y menos mal que el marqués de Lafayette la ayudó a divorciarse del Malibrán, que resultó ser un rosellonés de origen bereber (Al Ibrahim) que se quería aprovechar del talento de María. Ella era una soprano lírica dramática con coloratura, absolutamente genial según Rossini, que arrojada en brazos de la música, el amor y la aventura murió en Manchester a los veintiocho años de un espectacular accidente a caballo, dejando a su hijo Charles Auguste Beriot con tres añitos.
En la época romántica los artistas que gozaron de mayor reconocimiento fueron los músicos y María Malibrán fue admirada por los más importantes: Rossini, Bellini, Donizetti, Chopin, Mendelssohn, Liszt. Todos ellos tuvieron relación y amistad con la saga de los García. María interpretó Cenerentola de Rossini, cantó mejor que Giudita Pasta Casta diva de Norma de Bellini. Rossini compuso el papel de Almaviva de El barbero de Sevilla especialmente para Vicente García. También fue cantante Pauline Viardot (1821-1910) novia de Turgueniev y hermana de María, ambas hijas de la gaditana Joaquina Sitges (1780-1864), conocida con el nombre artístico de Joaquina Briones. Otra hermana de María, también cantante fue Josefa García Morales, hija de Manuela Morales, la primera esposa de Vicente García, cuyo nombre completo es Manuel del Popolo Vicente García (Sevilla 1875- París 1932), que nos ha dejado su famosa obra Yo que soy contrabandista:
Yo que soy contrabandista y campo por mis respetos y a todos los desafío porque a nadie tengo miedo. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, muchachos! ¡Ay, muchachas! ¿Quién me compra hilo negro? Mi caballo está rendido ¡y yo me muero de sueño! ¡Ay! ¡Ay! Que la ronda ya viene y se empezó el tiroteo. ¡Ay! ¡Ay! Caballito mío, caballo mío, careto. ¡Ay! ¡Ay! Caballo, ve ligero. ¡Ay! Caballo, que me muero. ¡Ay!
Me parece a mí que este Vicente García era tan contrabandista como Santa Cecilia música, que dicen que hay un malentendido porque donde decía “candentibus organis” alguien se equivocó y con acierto leyó “canentibus organis”, pues convirtió lo de las torturas en músicas celestiales.

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