miércoles, 9 de abril de 2008

La fuerza de la razón y la razón de la fuerza












ADIÓS TORTAZO ADIÓS

Cuando Lidia recibió aquella llamada ya se le había olvidado, pero al decirle a Pomba que ahora estaba escribibieno un artículo sobre educación para la ciudadanía, ésta le preguntó si no iba a poner lo de los bofetones de Moncha. Lidia empezó a recordar y le pareció una buena idea.
Pomba, Moncha y Lidia eran compañeras de la escuela de idiomas cuando estudiaban inglés. Todas las tardes, al salir, tomaban café y se contaban sus historias. Lidia siempre les hablaba de los poemas que escribía, ya estaba pasando página porque sus amores se habían ido desdibujando. Quería entrar en el mundo del ensayo y de la filosofía. Pomba era la más joven, como había vivido en Suiza, siempre aportaba ideas en las que comparaba el mundo de su infancia en Galicia, la experiencia de haber vivido en una sociedad tan controlada como la helvética, donde le hicieron un examen grafológico para admitirla en un trabajo, y su vida de entonces en Madrid, aquellos años ochenta, del paro y la desesperanza. Moncha estaba angustiada porque no conseguía aprobar las oposiciones de profesora de conservatorio. Mientras tando daba clases en un instituto del llamado más allá. Moncha cada día les llevaba una nueva película. Tenía más de trescientos alumnos de música. Tenía que guardar los instrumentos bajo llave. Los alumnos rompían las puertas, tiraban cosas por las ventanas, escupían, pinchaban las ruedas de los coches de las profesoras...
Años después Lidia se había enterado de que Pomba acabó aprobando y se había ido a vivir a Andalucía. Pensando, pensando sí que consiguió acordarse de lo de los bofetones.
El primer bofetón que dio Moncha a un alumno fue en la calle. Cuando iba desde la estación hasta el instituto, un chico la acosaba, ella se volvió, por sorpresa, le dio un bofetón, y escapó sin más consecuencias. A las pocas semanas, a otro alumno le dio un ataque y empezó a golpear de manera brutal la clavinova Yamaha, todos lo miraban y no sabían qué hacer, entonces Moncha fue, le dio un bofetón y se acabó el problema. El tercer bofetón se impuso un día a la salida del instituto, cuando un alumno le quitó la goma de la coleta y le soltó el pelo. De nuevo Moncha consiguió defenderse de aquellas maneras.
Lidia y Pomba escuchaban con admiración estas historias, pero Moncha se lo contaba muy preocupada porque pensaba que todo aquello acabaría desquiciándola.
Bastantes años después Lidia recordó aquellos bofetones y se alegró de que Moncha hubiera sido capaz de salir del infierno. Ahora era ella quien tenía que traducir la violencia a conceptos e intentar esclarecer no los porqués de la violencia sino los principios de la esperanza. Porque la educación para la ciudadanía tenía que hacernos personas con más conocimiento, con más recursos para pensar y actuar sin violencia.


EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS



1 comentario:

Clédson Miranda dijo...

Querida Agustina, hola!

He leído vuestros textos en tu blog y me he ocurrido una idea: tienes ganas de publicar un libro con tus escritos? Te digo esto porque percebo su gran calidad. Tienes una facilidad muy grande de lidiar con las palabras... éres tambiém una "bruja de las palabras"! A mi me gustaria mucho algún día leer un libro tuyo... autografado, pienso!

Tiernos abrazos, mi querida!
Clédson